viernes, 20 de marzo de 2009

París



Los primeros rayos de sol iluminaban París cuando Red condujo a Michel hacia el exterior de su escondrijo. Por desgracia para él, no estuvo en el exterior más que cinco minutos.

Antes de darse cuenta ya estaban accediendo a una de las cámaras de las catacumbas bajo el subsuelo de Montparnasse. Aquel lugar era realmente aterrador para recorrer en la penumbra. Los huesos apilados durante años conformaban una autentica pared mortuoria.
En el subsuelo todo se veía tan diferente. Michel pensó durante el trayecto sobre los curiosos guiños del destino. Acudía a asesinar a un hombre y pasaba por un túnel plagado de muerte. Sentía que las cuencas vacías de las calaveras volvían a tener ojos sólo para mirarle de manera culpable. Esas miradas inexistentes se clavaron en su mente.
Andaba desorientado siguiendo los pasos de Red, que parecía muy segura de lo que estaba haciendo. Ella se detuvo y Michel tropezó, apoyandose involuntariamente contra una de las paredes, sintiéndose repugnado y atemorizado al notar los fríos huesos contra su cuerpo.
Red observó su cara y sonrió burlona.

- Parece que no te agrada mucho el subsuelo parisino- dijo.

Le indicó cual era la salida, por la que accederían al patio de una antigua casa. A partir de allí, el camino al edificio donde se encontraba Ernesto, era muy fácil.
Tenían a su favor que no podían ser vistos gracias a las múltiples estrategias planificadas por Red.
Podían divisar su objetivo, así que pasaron al siguiente punto del plan.
Se disfrazaron del personal del servicio y accedieron a través de la puerta trasera. Por suerte la seguridad no era la mejor.
Os ahorraré detalles innecesarios, como la mirada cómplice de los dos sujetos que custodiaban la puerta principal al ver a Red en su papel de pícara camarera, o cómo ella consiguió que durmieran. Tampoco os contaré cómo miraba Michel a Red, intentando disimular su deseo.
Cuando Michel se deshizo de los dos guardas y se reunió de nuevo con su compañera, accedieron juntos al despacho de Ernesto Marquez.
Tuvo un instante para mirar a su alrededor, pero para él todo iba a cámara lenta.
Al fondo del despacho, un majestuoso escritorio lleno de papeles. La estancia estaba inundada de un horrible olor a puro. Las paredes estaban llenas de diplomas, las estanterías de objetos... Pero ni rastro de Ernesto.
Red miró a Michel y él la sintió angustiada.
Un chasquido interrumpió el pensamiento de Michel...
Lentamente, se dieron la vuelta para comprobar qué era aquel ruido. Allí de pie, junto a ellos, Ernesto, apuntaba directamente a la cabeza de Michel con su revolver.
- ¿Otra vez tú?, te creí muerto...-dijo Ernesto a Michel- La última vez que te vi estabas siendo arrestado por escándalo público. ¿Qué quieres ahora?
- Sería mejor que todos nos calmásemos- respondió Red.

- ¡Vaya, pero si la princesita sabe hablar! Deberías hacerle caso, parece que es más inteligente que tu.- se burló mientras apartaba su pistola - Bien. ¿ Quién me cuenta qué está pasando aquí?

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