jueves, 19 de marzo de 2009

París

Llevaban encerrados dos días en esa habitación. La situación era realmente angustiosa.
Red no dejaba de hacer anotaciones y Michel se asfixiaba en un ambiente claustrofóbico.
La noche del segundo día, Michel se acercó a una de las dos ventanas con la intención de abrirla.
Le sorprendió el hecho de que Red no se lo impidiera, pero empeñado en sentir de nuevo en su cara el delicioso y aromático aire de la ciudad, agarró con fuerza la manecilla de la ventana y tiró de ella.
Cuando casi rozaba su libertad, se dio cuenta de que, tras esa ventana, sólo había un muro.
Desconcertado, le pregunto a Red.
Ésta sonrió y le aclaró que se encontraban en un lugar totalmente seguro y que no debía preocuparse.
- ¿Que no debo preocuparme?, ¡como no me voy a preocupar, si habito una tumba estando vivo!
- Querido Chantant,- respondió Red- da gracias al cielo por no estar muerto. Mañana saldremos de aquí.
Michel sabía que no podría salir de allí sin ella, no sólo porque no la quisiera dejar, sino porque no sabía como escapar de aquel lugar.
Conocía demasiado a Red como para saber a que tipo de seguridad se refería, así que habría que esperar un poco más.

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