domingo, 22 de marzo de 2009

París


Red parecía impasible, calmando sus nervios y sonriendo de manera dulce y despreocupada a Ernesto Márquez. Sin embargo Michel estaba tan nervioso que casi se desploma.

- El Sr. Chantant me ha traído hasta usted. Soy su nueva camarera y ardía en deseos por conocerle.-dijo Red a modo de confesión.
- Vaya, una chica que sabe lo que quiere. Me gusta- alegó el arrogante Ernesto- Además, no es de extrañar, mi atractivo personal causa estragos entre ellas, Chantant.
Michel consiguió sonreír para contentar a su inesperado anfitrión.
- Pero, ¿cómo habéis podido entrar?, tengo a dos amigos en la puerta que impiden el paso de cualquiera.- dijo Ernesto.
- Cuando hemos llegado no había nadie, pero si se refiere a dos hombres corpulentos y con cara de pocos amigos, cuando vine con el Sr. Chantant les dejé bebiendo algo.- respondió rápidamente Red.
Parecía que Ernesto estaba más que complacido con la visita de Red, así que no le importó aceptar que sus dos guardas eran unos ineptos y que Michel había ido a tomar la última copa a ese mismo lugar.
Ernesto señaló la salida y le dijo a Chantant que se fuera en aquel instante de su despacho, así que salió y se colocó tras la puerta por si Red necesitaba algo.
El Sr. Márquez le pidió a Red que tomara asiento. Ella tenía claro lo que iba a pasar y sabía que era el mejor momento para cumplir su objetivo. Así, mientras Ernesto besaba su cuello y apretaba sus senos, ella buscó discretamente su pequeña "Maverick" y la apretó firmemente contra la cabeza de Ernesto.
- Un sólo movimiento y estás muerto- dijo Red- Ahora apartate de mi lentamente.
Ernesto se alejó y miró extrañado a Red.
- Pensé que eras una de las zorras de Chantant- protestó Ernesto- ¿quién eres? ¿quién te envía?
- No se preocupe, Sr. Márquez, tengo mucho tiempo para contárselo...-respondió Red.
Tras la puerta, Michel intentaba escuchar algo, pero no se entendí nada. Sabía que hablaban, así que estaba más tranquilo. Ciertamente, lo preocupante sería que no estuvieran hablando, porque conocía muy bien a Ernesto.
Decidió correr a por un vaso para escuchar mejor. Es algo que siempre había funcionado en sus obras y es lo primero que se le ocurrió.
Nadie se interpuso en su camino, así que accedió sin dificultad a la barra de la planta inferior. Todo el local era de Márquez, así que no le importó tirar todo lo que encontró y romper varias botellas. Agarró uno de los múltiples vasos repartidos por el lugar. Incluso dio un golpe a una vela que cayó al suelo y que prendió las cortinas cercanas.
Intentó apagarlas, ya que el humo haría que todo el personal de Ernesto acudiera hasta allí.
Los restos de alcohol de la noche anterior sumados a la cantidad de alcohol derramado por el propio Michel, hizo que el local se consumiera en llamas en un abrir y cerrar de ojos.
Michel corrió a la segunda planta con el vaso, que todavía estaba en su mano, alejándose de las llamas que, según pudo ver mientras huía, se habían extendido por gran parte de la primera planta.
Al llegar a la segunda planta, vio a los dos guardas de Ernesto tirados justo donde él los había dejado, así que comenzó a gritarles y a abofetearles para que despertaran.
- ¡Fuego! - gritaba Chantant.
Cuando los dos hombres se espabilaron un poco, Michel corrió de nuevo para avisar a Red. Por el camino, él seguía gritando, para avisar a quien pudiera estar por allí.
Llegó frente a la puerta del despacho de Ernesto y paró sólo un segundo para respirar. Miró a su derecha y observó como el incendio avanzaba sin piedad devorando todo el edificio.
- No hay salidas- dijo en voz baja para convencerse a sí mismo.
Abrió la puerta del despacho y vio a Red un poco más adelante, apuntando a Ernesto, que se encontraba sentado en el sofá.
Sin pensarlo, corrió hacia ella, la agarró por la cintura y corrió hacia el fondo de la habitación.
A Red le dio tiempo a disparar contra Ernesto, quién se desplomó en el suelo gritando como un niño.
Michel continuó corriendo y saltó contra el ventanal del despacho de Ernesto...

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