domingo, 29 de marzo de 2009

París...


Michel Chantant y Red cayeron desde el segundo piso rodeados de cristales. Intentaron protegerse, aunque tuvieron poco tiempo.
Cuando tocaron el suelo, Michel perdió la consciencia y Red se dio cuenta de que tenía un enorme trozo de vidrio alojado en el costado. Sabía que podía ser una herida muy peligrosa, ya que podría haber afectado órganos internos. Si no retiraba el vidrio y curaba la herida, Michel no aguantaría mucho.
Lo despertó como pudo y le dijo que debían irse. Él se levantó como pudo y juntos llegaron a las catacumbas. Red se sentía desorientada, pero si no salían de allí en pocos minutos, serían detenidos. Era muy seguro que la policía accedería a las catacumbas cuando se enteraran de lo sucedido.
Pero ella no podía más. El golpe contra el suelo le había afectado bastante, así que cayó al suelo de rodillas. Michel estaba sin fuerzas para seguir caminando, así que decidió quedarse allí, compartiendo destino con Red.
Cuando Red despertó, había anochecido y la catacumba estaba en total oscuridad. El aire era irrespirable y había un fuerte olor a humo. Encendió una cerilla y observó que Chantant estaba a dos pasos de ella. Le tomó el pulso, temía lo peor, por suerte parecía estar bien. Se dio cuenta de que el mismo había quitado el cristal, pero lo que más le sorprendió es que había cosido su herida.
Le despertó una vez más, pero estaba incluso más débil que antes, así que tuvo que cargarlo casi todo el camino hasta su escondrijo. Red no lograba comprender porqué no estaba detenida, incluso muerta. Después de curar la herida de Michel y los cortes de ambos, se sentó en el sillón a analizar la situación. Se sentía segura allí y todo parecía ir bien, así que se quedó dormida.
No sabia cuanto tiempo había pasado cuando despertó. Frente a ella, mirando sus heridas, estaba él.
Comieron algo, aunque no fue un gran festín. Fue suficiente para encontrarse con más ánimos. Incluso rieron por lo sucedido y por estar vivos para contarlo, aunque la herida de Michel no le permitía carcajearse a sus anchas.
Ella le preguntó cómo había conseguido curar su herida. Él no supo qué contestar, porque ni siquiera recordaba la herida al despertar sobre la cama.
Pasaron dos largos, dolorosos y desesperantes días allí encerrados.
Por la noche, la fiebre de Michel le hacía narrar algunas de sus más afortunadas obras, así que Red se entretenía escuchándole...
La tercera noche, la cosa cambió. Michel parecía estar mejor, pero la herida no tenia buena pinta. A media noche él deliraba más que ningún otro día, la fiebre le había subido y tenia tiritera.
Red no tenía muchos conocimientos de medicina, pero sabía que debía bajarle la fiebre como fuera.
Destapó sus pies, estaban congelados. Comenzó a calentarlos. También mojó su camisa y la puso en su frente empapada en agua fresca.
Intentaba que Michel se tranquilizara, ya que sus delirios le hacían hablar a voces. Sabía que nadie les escucharía, pero estaba muy nerviosa.
Fue entonces cuando él le confeso que estaba enamorado de ella y que no podría vivir si algo le pasaba. Fue la declaración delirante mas hermosa que había escuchado. Posiblemente porque jamás le habían dicho nada parecido.
De nuevo mientras el dormía, ella comenzó a llorar.
Al despuntar el alba, Michel se despertó y encontró a su lado a Red dormida. Se notaba que le había estado cuidando, así que no la despertó. Se quedó mirándola durante mucho tiempo, ya que pocas veces había conseguido ver el rostro que se escondía tras la mascara de Revenge.
Le parecía muy hermosa, aunque sabía tan poco de ella...
Recordó un juego que tenía de niño. Solía preguntar a su hermano pequeño cosas mientras éste dormía, así no tenía posibilidad de responder alguna mentira.
Sonrió al pensar en su hermano, en el juego y , como no podía ser de otra forma, sonrió más ampliamente cuando imaginó que podía funcionar con Red.
- ¿Cual es tu nombre?- dijo en el tono adecuado para no despertarla.
- Me llamo Red- contesto ella.
Michel casi se ríe a carcajadas de la emoción, se sentía tan ilusionado como si hubiera encontrado un tesoro en el fondo del mar. Pero dudo mucho sobre si debía seguir preguntando. Por un lado le apetecía saber, pero por otro, le daba bastante miedo.
La tentación relegó sus dudas a un segundo plano.
- ¿Porqué tenías que asesinar a Ernesto?- continuó.
- Es algo que debía hacer. No es que disfrute demasiado siendo Revenge pero...- dijo Red, aunque en este punto ya no se entendía lo que decía.
Estuvo un buen rato hablando en sueños, pero era imposible entenderla.
- ¿Porqué haces ésto, Red?- preguntó de nuevo Michel.
- Por mi madre
Dicho ésto, comenzó a llorar en sueños.
Michel se sintió culpable e intentó consolarla acariciando su cabello.
Ella se despertó y miró con desconfianza a Michel. Secó sus ojos y, sin saber qué fuerza extraña le impulsó a ello, se abrazó a él.
No podía parar de llorar y Chantant no sabía qué hacer. Se sentía francamente sorprendido.
Pensó que Red jamás mostraría ser una persona, siempre era tan fría y distante.
Lo único que pudo hacer para calmarla, fue besarla.
Un beso con sabor salado que obligó a Red a dejar de llorar, no dijo nada.
Michel le confesó que había obtenido respuestas mientras ella dormía. La reacción de ella de nuevo le conmocionó.
- Podías haberme preguntado estando despierta. Puedes preguntar lo que quieras siempre, pero no se si podre responder.
A él se le iluminó el rostro, como si mil ideas hubieran venido de golpe a su mente.
Estuvieron toda la tarde charlando sobre lo que Red consideraba que podía contar.
Para pasar el trago, como es lógico, bebieron todas las botellas de alcohol que había en la estancia. El comportamiento de Red era de lo más extraño, ya que parecía cansada de guardar sus secretos. Michel supuso que lo que quiera que hubiese pasado con su madre le había afectado mucho y, al recordarlo, estaba de nuevo comportándose como una humana. Así que esa tarde se enamoró más de ella, si es que eso era posible.
Durante un segundo, sólo un segundo, sus miradas se cruzaron. Al ver los ojos de Michel, los ojos de Red se inundaron de lágrimas de nuevo.
- No quiero que mi hija sea como yo - dijo ella.
Este simple deseo provocó mil dudas en Michel.
- ¿Estas embarazada?- fue lo primero que pudo preguntar Michel.
- Todavía no. Pero lo estaré, es algo que sé.- respondió Red.
Cada pregunta de Michel hacía florecer más dudas, en lugar de esclarecerlas. Mientras el intentaba procesar lo que ella le contaba, Red se levantó y estampó una de las botellas contra la pared.
- ¡Lo odio, lo odio! - grito furiosa- pero esta vez no será así.
Ante la completa perplejidad de Michel, Red se lanzó a sus labios y comenzó a besarle. Él no rechazó el beso, pero su cabeza no dejaba de hacer hipótesis.
- ¿ Me quieres, Michel? - preguntó ella.
Chantant no sabía qué responder. Todo era muy confuso. Ella continuó besándole y el la apartó.
- ¿Qué está pasando aquí? Ayer ni me mirabas y hoy, de pronto, te lanzas a mis brazos. No se si es otro de tus planes o si necesitas algo...- dijo él.
- Necesito que me quieras, aunque sólo sea esta noche.-respondió Red.
Michel la besó, pero volvió a apartarse...
- Y tú, ¿me quieres?. Mira, no se mucho de ti y cada vez que apareces, intentan matarme. No es una buena carta de presentación. No puedo negar que me encantas y que eres muy hermosa y delicada y...- continuó Michel.
Red se puso frente a él, le miró a los ojos y comenzó a desvestirse lentamente. Michel pudo observar varias cicatrices y golpes, pero la observó a través de su alma.
- Ésto es lo que soy en realidad. Cuando me quito la máscara, soy una mujer normal que sólo necesita amar y ser amada. Para cualquier persona es algo simple, sólo una opción más a escoger entre muchas otras. Para mi no, ya que no puedo hacerlo por más que quiera.
No fui criada en el amor y, sin embargo, es algo que reclamo.
No te pido que simplemente olvides todo lo que hago, sólo te pido que me creas cuando te digo que eres la persona más importante de mi mundo.

Michel se sintió conmovido por las palabras de Red y, sin dejarla continuar, se acercó a ella para besarla. La estrechó entre sus brazos y la llevo hasta la cama, donde se amaron durante toda la noche.

domingo, 22 de marzo de 2009

Diario de Paul






Hace unas horas llegamos a Kent.

Alexandra se fue a descansar un poco a su habitación antes de visitar al Señor Doyle. A mi me ha dado tiempo a visitar un lago cercano al Rose & Gourd, nuestro lugar de hospedaje.

El viaje ha durado dos días y ha sido bastante aburrido. Lo único que me ha mantenido de buen humor han sido las paradas, ya que aprovechaba para hablar a solas con mi querida Alexandra y para pasear un poco por los encantadores parajes que flanqueaban nuestro camino.

Los señores Kelsey son sin duda las personas más aburridas que he conocido jamás.

Ella sólo hablaba sobre su hija, la señorita Hellen Kelsey, que esta comprometida con Lord Shurley. Lo único que sabía repetir es que, sin duda, sería un matrimonio muy ventajoso.

A veces, durante el viaje, incluso me preguntaba a mi cosas sobre mi familia y mi fortuna. En esos momentos, Alexandra solía enrojecer e intentaba esconderse con el libro que estaba leyendo.

Intenté más de una vez entablar conversación con el Señor Kelsey, pero cuando le hablaba de algo era su mujer quien contestaba. Incluso cuando le pregunté por la pesca, que según me dijo Alexandra, era uno de los temas preferidos de su tío.

Espero tener más tiempo a solas con Alexandra, aunque no se si eso será posible. A veces me es imposible reprimir el amor que me invade al verla.

Estoy decidido a pedirle matrimonio cuando volvamos a Londres.

Paul

París


Red parecía impasible, calmando sus nervios y sonriendo de manera dulce y despreocupada a Ernesto Márquez. Sin embargo Michel estaba tan nervioso que casi se desploma.

- El Sr. Chantant me ha traído hasta usted. Soy su nueva camarera y ardía en deseos por conocerle.-dijo Red a modo de confesión.
- Vaya, una chica que sabe lo que quiere. Me gusta- alegó el arrogante Ernesto- Además, no es de extrañar, mi atractivo personal causa estragos entre ellas, Chantant.
Michel consiguió sonreír para contentar a su inesperado anfitrión.
- Pero, ¿cómo habéis podido entrar?, tengo a dos amigos en la puerta que impiden el paso de cualquiera.- dijo Ernesto.
- Cuando hemos llegado no había nadie, pero si se refiere a dos hombres corpulentos y con cara de pocos amigos, cuando vine con el Sr. Chantant les dejé bebiendo algo.- respondió rápidamente Red.
Parecía que Ernesto estaba más que complacido con la visita de Red, así que no le importó aceptar que sus dos guardas eran unos ineptos y que Michel había ido a tomar la última copa a ese mismo lugar.
Ernesto señaló la salida y le dijo a Chantant que se fuera en aquel instante de su despacho, así que salió y se colocó tras la puerta por si Red necesitaba algo.
El Sr. Márquez le pidió a Red que tomara asiento. Ella tenía claro lo que iba a pasar y sabía que era el mejor momento para cumplir su objetivo. Así, mientras Ernesto besaba su cuello y apretaba sus senos, ella buscó discretamente su pequeña "Maverick" y la apretó firmemente contra la cabeza de Ernesto.
- Un sólo movimiento y estás muerto- dijo Red- Ahora apartate de mi lentamente.
Ernesto se alejó y miró extrañado a Red.
- Pensé que eras una de las zorras de Chantant- protestó Ernesto- ¿quién eres? ¿quién te envía?
- No se preocupe, Sr. Márquez, tengo mucho tiempo para contárselo...-respondió Red.
Tras la puerta, Michel intentaba escuchar algo, pero no se entendí nada. Sabía que hablaban, así que estaba más tranquilo. Ciertamente, lo preocupante sería que no estuvieran hablando, porque conocía muy bien a Ernesto.
Decidió correr a por un vaso para escuchar mejor. Es algo que siempre había funcionado en sus obras y es lo primero que se le ocurrió.
Nadie se interpuso en su camino, así que accedió sin dificultad a la barra de la planta inferior. Todo el local era de Márquez, así que no le importó tirar todo lo que encontró y romper varias botellas. Agarró uno de los múltiples vasos repartidos por el lugar. Incluso dio un golpe a una vela que cayó al suelo y que prendió las cortinas cercanas.
Intentó apagarlas, ya que el humo haría que todo el personal de Ernesto acudiera hasta allí.
Los restos de alcohol de la noche anterior sumados a la cantidad de alcohol derramado por el propio Michel, hizo que el local se consumiera en llamas en un abrir y cerrar de ojos.
Michel corrió a la segunda planta con el vaso, que todavía estaba en su mano, alejándose de las llamas que, según pudo ver mientras huía, se habían extendido por gran parte de la primera planta.
Al llegar a la segunda planta, vio a los dos guardas de Ernesto tirados justo donde él los había dejado, así que comenzó a gritarles y a abofetearles para que despertaran.
- ¡Fuego! - gritaba Chantant.
Cuando los dos hombres se espabilaron un poco, Michel corrió de nuevo para avisar a Red. Por el camino, él seguía gritando, para avisar a quien pudiera estar por allí.
Llegó frente a la puerta del despacho de Ernesto y paró sólo un segundo para respirar. Miró a su derecha y observó como el incendio avanzaba sin piedad devorando todo el edificio.
- No hay salidas- dijo en voz baja para convencerse a sí mismo.
Abrió la puerta del despacho y vio a Red un poco más adelante, apuntando a Ernesto, que se encontraba sentado en el sofá.
Sin pensarlo, corrió hacia ella, la agarró por la cintura y corrió hacia el fondo de la habitación.
A Red le dio tiempo a disparar contra Ernesto, quién se desplomó en el suelo gritando como un niño.
Michel continuó corriendo y saltó contra el ventanal del despacho de Ernesto...

viernes, 20 de marzo de 2009

Tercera nota


La muerte alcanza a justos y villanos por igual. La gran diferencia reside en que los segundos suelen temerla, ya que no confían en la piedad de Dios.

Deberías temer a la vida después de la muerte, Ernesto, porque la conoceras muy pronto.

Da igual donde te escondas, tu destino está sellado.


Carta de Alex


-->


--> -->
Estimado Sr. Doyle;
Me dirijo a Kent con la esperanza de poder encontrarme con usted para tratar de un tema concerniente a mi querido hermano Daniel.
No llevo buenas noticias conmigo. Tendrá que perdonar mi falta de delicadeza, pero prefiero reservar las palabras para cuando nos encontremos.
Viajo con mis tío, el señor Kelsey, su esposa y un amigo de la familia, el señor Mansfield.
Tengo entendido que vive con sus padres en la casa Humprhey.
Espero que mi visita no sea desafortunada.
Le saluda atentamente ;
-->
-->
-->
Alexandra Bavoir

París



Los primeros rayos de sol iluminaban París cuando Red condujo a Michel hacia el exterior de su escondrijo. Por desgracia para él, no estuvo en el exterior más que cinco minutos.

Antes de darse cuenta ya estaban accediendo a una de las cámaras de las catacumbas bajo el subsuelo de Montparnasse. Aquel lugar era realmente aterrador para recorrer en la penumbra. Los huesos apilados durante años conformaban una autentica pared mortuoria.
En el subsuelo todo se veía tan diferente. Michel pensó durante el trayecto sobre los curiosos guiños del destino. Acudía a asesinar a un hombre y pasaba por un túnel plagado de muerte. Sentía que las cuencas vacías de las calaveras volvían a tener ojos sólo para mirarle de manera culpable. Esas miradas inexistentes se clavaron en su mente.
Andaba desorientado siguiendo los pasos de Red, que parecía muy segura de lo que estaba haciendo. Ella se detuvo y Michel tropezó, apoyandose involuntariamente contra una de las paredes, sintiéndose repugnado y atemorizado al notar los fríos huesos contra su cuerpo.
Red observó su cara y sonrió burlona.

- Parece que no te agrada mucho el subsuelo parisino- dijo.

Le indicó cual era la salida, por la que accederían al patio de una antigua casa. A partir de allí, el camino al edificio donde se encontraba Ernesto, era muy fácil.
Tenían a su favor que no podían ser vistos gracias a las múltiples estrategias planificadas por Red.
Podían divisar su objetivo, así que pasaron al siguiente punto del plan.
Se disfrazaron del personal del servicio y accedieron a través de la puerta trasera. Por suerte la seguridad no era la mejor.
Os ahorraré detalles innecesarios, como la mirada cómplice de los dos sujetos que custodiaban la puerta principal al ver a Red en su papel de pícara camarera, o cómo ella consiguió que durmieran. Tampoco os contaré cómo miraba Michel a Red, intentando disimular su deseo.
Cuando Michel se deshizo de los dos guardas y se reunió de nuevo con su compañera, accedieron juntos al despacho de Ernesto Marquez.
Tuvo un instante para mirar a su alrededor, pero para él todo iba a cámara lenta.
Al fondo del despacho, un majestuoso escritorio lleno de papeles. La estancia estaba inundada de un horrible olor a puro. Las paredes estaban llenas de diplomas, las estanterías de objetos... Pero ni rastro de Ernesto.
Red miró a Michel y él la sintió angustiada.
Un chasquido interrumpió el pensamiento de Michel...
Lentamente, se dieron la vuelta para comprobar qué era aquel ruido. Allí de pie, junto a ellos, Ernesto, apuntaba directamente a la cabeza de Michel con su revolver.
- ¿Otra vez tú?, te creí muerto...-dijo Ernesto a Michel- La última vez que te vi estabas siendo arrestado por escándalo público. ¿Qué quieres ahora?
- Sería mejor que todos nos calmásemos- respondió Red.

- ¡Vaya, pero si la princesita sabe hablar! Deberías hacerle caso, parece que es más inteligente que tu.- se burló mientras apartaba su pistola - Bien. ¿ Quién me cuenta qué está pasando aquí?

jueves, 19 de marzo de 2009

Black note de Red

París

Llevaban encerrados dos días en esa habitación. La situación era realmente angustiosa.
Red no dejaba de hacer anotaciones y Michel se asfixiaba en un ambiente claustrofóbico.
La noche del segundo día, Michel se acercó a una de las dos ventanas con la intención de abrirla.
Le sorprendió el hecho de que Red no se lo impidiera, pero empeñado en sentir de nuevo en su cara el delicioso y aromático aire de la ciudad, agarró con fuerza la manecilla de la ventana y tiró de ella.
Cuando casi rozaba su libertad, se dio cuenta de que, tras esa ventana, sólo había un muro.
Desconcertado, le pregunto a Red.
Ésta sonrió y le aclaró que se encontraban en un lugar totalmente seguro y que no debía preocuparse.
- ¿Que no debo preocuparme?, ¡como no me voy a preocupar, si habito una tumba estando vivo!
- Querido Chantant,- respondió Red- da gracias al cielo por no estar muerto. Mañana saldremos de aquí.
Michel sabía que no podría salir de allí sin ella, no sólo porque no la quisiera dejar, sino porque no sabía como escapar de aquel lugar.
Conocía demasiado a Red como para saber a que tipo de seguridad se refería, así que habría que esperar un poco más.

Diario de Paul


Han pasado dos semanas desde que Daniel murió y Alexandra sigue obsesionada. Ayer me citó en la biblioteca para enseñarme el cuaderno de anotaciones de su hermano.

No hacía alusión a la extraña nota, que también me mostró Alex.

Red...

¿Quién será esta extraña mujer?

¿Quizá Daniel vivió un romance con ella?

Nadie se suicidaría por algo así.

Alexandra me ha pedido que la acompañe al condado de Kent. Quiere hablar con Thomas Doyle, antiguo compañero de universidad de Daniel.

No me queda más remedio que acompañarla, ya que en modo alguno podría viajar a solas con sus tíos, los señores de Kelsey. Sólo añadirían pesar a su estado actual.

La Señora Kelsey ha pasado dos largos e insufribles días lamentandose por el estado de la casa Bavoir y del más que trágico incidente de Daniel. Parece dominar al Señor Kelsey, que sólo asiente, suspira y mira a través de las ventanas, añorando un poco de tranquilidad.

No entiendo como una persona tan frágil como Alexandra puede soportar todo ésto. Su madre viajará mañana a York, donde pasará un tiempo con su hermana, la viuda Señora Fellon.

Muchas dudas me asaltan...quizá demasiadas.

Mis sentimientos con respecto a Alexandra no han cambiado, pero no es momento para volver a repetirle lo que creo le desagradó tanto hace dos veranos.

Lo mejor será ayudarla cuanto pueda e intentar esclarecer lo sucedido con Daniel y esa mujer.

Paul

París


3 meses antes...

Sois muchos los que habréis leído en todos los periódicos sobre el desagradable y trágico incendio del Montparnasse. Pero muy pocos sabréis la verdadera historia de lo sucedido.
Pero no nos precipitemos, debéis conocer muchas cosas antes de llegar a ese punto.
Eran las diez y media de una oscura y distraida noche del París más alocado.
Nuestro amigo Michel de Chantant presentaba en un cabaret de renombre su obra más polémica hasta el momento, "Les Indèpendants".
La euforia provocada por el champagne, las mujeres y la obra, llevaron a Michel a la terraza de tan pintoresco local, donde esperaba recuperarse respirando un poco de aire.
Incluso creyó alucinar cuando vio aparecer ante sí una figura de mujer con vestido rojo. Pensó que era una de las chicas del local, así que le dijo que se marchara.
La chica se le acercó al oído y le susurro:
- ¿Acaso has podido olvidarme?
Michel tuvo que agarrarse a ella para no desplomarse.
- ¿Red?, ¿Eres tu, Red? Qué diablos haces aquí. Me dejaste tirado junto al Sena...
- Y veo que no has llegado muy lejos- respondió ella- Será mejor que te saque de aquí, antes de que me vean.
Minutos más tarde, Michel fue violentamente despertado en una habitación que no lograba reconocer. Red estaba junto a él, sentada en un cómodo sillón.
Cuando logró recomponer en su cabeza lo que había pasado, sintió deseos de dejarla allí tirada, pero no podía hacerlo. Siempre se sintió demasiado atraído por ella.
- Deberías tratar de ser útil. Agarra mi brazo, tengo que ponerlo en su sitio- le dijo
Red con la voz entrecortada.
Tras las dolorosas curas, ella le contó que había encontrado el refugio de Ernesto. Incluso tenía un plan maestro para terminar con su vida.
Pretendía colarse por las catacumbas y acceder a la casa de ese tipo.
Enseñó los planos a Michel, tenía estudiado cada movimiento, pero él parecía más interesado en sus piernas.
- Necesito besarte- le dijo a Red.
Pero ya sabía que Red no besaría sus labios, no era amor lo que la impulsaba. Sin más, invadido por el cansancio, decidió irse a dormir.
Mientras dormía, Red continuó con sus planos e ideas. A ella le daba igual no dormir, no era importante.
Sin embargo esa noche y sin que nadie excepto ella misma lo supiera, se acercó a la cama donde dormía Michel. Le miró durante unos minutos y pensó en una vida muy diferente.
La vida que hubiera podido vivir.
La vida que le arrebataron...
Una lágrima resbaló por su mejilla. La primera desde hacía mucho.
No tuvo más remedio que dar a Michel un delicado beso en la comisura de sus labios.
Pero Red no permitió que nadie se enterara de ésto, ni siquiera se permitió recordarlo.
Su vida era otra ahora...

El funeral de Daniel Bavoir

El cielo gris de Londres avecinaba una terrible tormenta, gritando salvaje contra el póstumo Bavoir.

Grandioso y exclusivo funeral. Sólo tres personas que lloraban a un hombre al que apenas conocieron.

Mientras lamentaban su pérdida, me distraje paseando entre las lápidas cercanas, observando tras de ellas la conmovedora escena.

El ataúd con el cuerpo sin vida descendió y los enterradores comenzaron su trabajo. Poco después, la familia comenzó a irse.

Alexandra, la condolida hermana, volvió sobre sus pasos y se desplomó sobre la lápida de Daniel. Entre sollozos, conseguí diferenciar mi nombre.

Las lágrimas tienen un poder extraño...

Una sola lágrima podría iniciar la más cruel de las batallas, pero al mismo tiempo, puede curar el corazón más enfermo.

La madre de Daniel agarró fuertemente a Alexandra por los brazos, intentando darle fuerzas. Su hija se le abrazó y juntas avanzaron hacia la salida del cementerio.

Los enterradores terminan su trabajo y todo el mundo se marchó, dejándome el camino libre para visitar la tumba de mi antiguo conocido.

No me atreví a tocar la lápida, impregnada por el dolor de las lágrimas de su hermana. Me pareció poco apropiado ya que ella no debía ser culpada por algo que no hizo.

Pero más allá del dolor de Alexandra, el destino de Daniel se había cumplido.

¡ Descansa en paz Daniel Bavoir, heredero de la cobardía y príncipe de las ratas!



Segunda nota

Dulce es la tarea que tienes, querido Chantant, prince du plaisir , no malgastes tu tiempo.
Este juego nada tiene que ver con los que acostumbras, entre fulanas y violines. Piensa bien si quieres seguir mostrando tus cartas, porque puedes acabar sin nada a qué aferrarte.

Conozco mi destino, pero el tuyo está más cerca del subsuelo que de tus adorados teatros.

Rey de la tramoya, ¿Quién es tu nuevo titiritero?...

Despidete de Ernesto, pronto será historia.


Diario de Paul

No puedo creer que llegara tan tarde.

Alexandra casi no podía hablar y siento que no soportará esta situación.

Mande llamar a su madre y parientes más cercanos.

Siento tanto no haber sido yo quien lo encontrara. Debe ser horrible encontrar a un ser querido sin vida.

Que Dios tenga a bien perdonarle. Que Dios nos perdone a todos.

Los funerales comenzaran en dos días.

Londres entero llora la perdida del miembro más joven de la familia Bavoir.

Paul

Daniel Bavoir



Diario de Paul

Mi viaje a Londres es del todo inesperado. Mis padres están en Birmingam y, por suerte, pude escabullirme sin tener que dar explicaciones.
Es toda una sorpresa que Alex me halla enviado una carta. Después de lo que paso entre nosotros, creí perdida toda esperanza.
Debe estar pasándolo muy mal.
Realmente creo que mi ayuda no servirá para nada, porque hasta donde conozco a Daniel, no es un hombre de fácil trato.
Con veintisiete años de edad, jamás necesito ay
uda. Es francamente testarudo y déspota.
Espero que cambie, teniendo en cuenta la actual situación.
Ésto me evitaría tener que separarme de Alexandra por un tiempo.
Estoy lleno de esperanzas...
Mañana temprano estaré en Londres y creo que no podre dormir.



Paul




miércoles, 18 de marzo de 2009

Black note de Red



Carta de Alex



Querido Paul:

Mi hermano Daniel y yo necesitamos tu ayuda.

Debes venir a Londres lo antes posible.

Hace unos días , mi hermano recibió una nota que yo misma le leí,.

Era un tanto extraña , pero pensé que se trataba de otro más de los perversos juegos de Daniel.

Desde la aparición de esa dichosa nota, la vida de mi hermano ha dado un giro.

No duerme , no come.Creo que sabe más de lo que me cuenta.
Debería informar a nuestra madre, pero ahora está en París.

No creo que soportemos más esta situación.

Estaré eternamente agradecida si te reunes con nosotros.

Alexandra

Primera nota

Os preguntareis quién soy...
Es difícil de explicar.
Soy un leve fantasma que clama venganza.
Soy una bruma roja que observa a su objetivo.
Una mujer que no descansará hasta terminar lo que otros empezaron...
Soy Red.
Soy Revenge.