Michel Chantant y Red cayeron desde el segundo piso rodeados de cristales. Intentaron protegerse, aunque tuvieron poco tiempo.
Cuando tocaron el suelo, Michel perdió la consciencia y Red se dio cuenta de que tenía un enorme trozo de vidrio alojado en el costado. Sabía que podía ser una herida muy peligrosa, ya que podría haber afectado órganos internos. Si no retiraba el vidrio y curaba la herida, Michel no aguantaría mucho.
Lo despertó como pudo y le dijo que debían irse. Él se levantó como pudo y juntos llegaron a las catacumbas. Red se sentía desorientada, pero si no salían de allí en pocos minutos, serían detenidos. Era muy seguro que la policía accedería a las catacumbas cuando se enteraran de lo sucedido.
Pero ella no podía más. El golpe contra el suelo le había afectado bastante, así que cayó al suelo de rodillas. Michel estaba sin fuerzas para seguir caminando, así que decidió quedarse allí, compartiendo destino con Red.
Cuando Red despertó, había anochecido y la catacumba estaba en total oscuridad. El aire era irrespirable y había un fuerte olor a humo. Encendió una cerilla y observó que Chantant estaba a dos pasos de ella. Le tomó el pulso, temía lo peor, por suerte parecía estar bien. Se dio cuenta de que el mismo había quitado el cristal, pero lo que más le sorprendió es que había cosido su herida.
Le despertó una vez más, pero estaba incluso más débil que antes, así que tuvo que cargarlo casi todo el camino hasta su escondrijo. Red no lograba comprender porqué no estaba detenida, incluso muerta. Después de curar la herida de Michel y los cortes de ambos, se sentó en el sillón a analizar la situación. Se sentía segura allí y todo parecía ir bien, así que se quedó dormida.
No sabia cuanto tiempo había pasado cuando despertó. Frente a ella, mirando sus heridas, estaba él.
Pasaron dos largos, dolorosos y desesperantes días allí encerrados.
Por la noche, la fiebre de Michel le hacía narrar algunas de sus más afortunadas obras, así que Red se entretenía escuchándole...
La tercera noche, la cosa cambió. Michel parecía estar mejor, pero la herida no tenia buena pinta. A media noche él deliraba más que ningún otro día, la fiebre le había subido y tenia tiritera.
Red no tenía muchos conocimientos de medicina, pero sabía que debía bajarle la fiebre como fuera.
Destapó sus pies, estaban congelados. Comenzó a calentarlos. También mojó su camisa y la puso en su frente empapada en agua fresca.
Intentaba que Michel se tranquilizara, ya que sus delirios le hacían hablar a voces. Sabía que nadie les escucharía, pero estaba muy nerviosa.
Fue entonces cuando él le confeso que estaba enamorado de ella y que no podría vivir si algo le pasaba. Fue la declaración delirante mas hermosa que había escuchado. Posiblemente porque jamás le habían dicho nada parecido.
De nuevo mientras el dormía, ella comenzó a llorar.
Al despuntar el alba, Michel se despertó y encontró a su lado a Red dormida. Se notaba que le había estado cuidando, así que no la despertó. Se quedó mirándola durante mucho tiempo, ya que pocas veces había conseguido ver el rostro que se escondía tras la mascara de Revenge.
Le parecía muy hermosa, aunque sabía tan poco de ella...
Recordó un juego que tenía de niño. Solía preguntar a su hermano pequeño cosas mientras éste dormía, así no tenía posibilidad de responder alguna mentira.
Sonrió al pensar en su hermano, en el juego y , como no podía ser de otra forma, sonrió más ampliamente cuando imaginó que podía funcionar con Red.
- ¿Cual es tu nombre?- dijo en el tono adecuado para no despertarla.
- Me llamo Red- contesto ella.
Michel casi se ríe a carcajadas de la emoción, se sentía tan ilusionado como si hubiera encontrado un tesoro en el fondo del mar. Pero dudo mucho sobre si debía seguir preguntando. Por un lado le apetecía saber, pero por otro, le daba bastante miedo.
La tentación relegó sus dudas a un segundo plano.
- ¿Porqué tenías que asesinar a Ernesto?- continuó.
- Es algo que debía hacer. No es que disfrute demasiado siendo Revenge pero...- dijo Red, aunque en este punto ya no se entendía lo que decía.
Estuvo un buen rato hablando en sueños, pero era imposible entenderla.
- ¿Porqué haces ésto, Red?- preguntó de nuevo Michel.
- Por mi madre
Dicho ésto, comenzó a llorar en sueños.
Ella se despertó y miró con desconfianza a Michel. Secó sus ojos y, sin saber qué fuerza extraña le impulsó a ello, se abrazó a él.
No podía parar de llorar y Chantant no sabía qué hacer. Se sentía francamente sorprendido.
Pensó que Red jamás mostraría ser una persona, siempre era tan fría y distante.
Lo único que pudo hacer para calmarla, fue besarla.
Un beso con sabor salado que obligó a Red a dejar de llorar, no dijo nada.
Michel le confesó que había obtenido respuestas mientras ella dormía. La reacción de ella de nuevo le conmocionó.
- Podías haberme preguntado estando despierta. Puedes preguntar lo que quieras siempre, pero no se si podre responder.
A él se le iluminó el rostro, como si mil ideas hubieran venido de golpe a su mente.
Estuvieron toda la tarde charlando sobre lo que Red consideraba que podía contar.
Para pasar el trago, como es lógico, bebieron todas las botellas de alcohol que había en la estancia. El comportamiento de Red era de lo más extraño, ya que parecía cansada de guardar sus secretos. Michel supuso que lo que quiera que hubiese pasado con su madre le había afectado mucho y, al recordarlo, estaba de nuevo comportándose como una humana. Así que esa tarde se enamoró más de ella, si es que eso era posible.
- No quiero que mi hija sea como yo - dijo ella.
Este simple deseo provocó mil dudas en Michel.
- ¿Estas embarazada?- fue lo primero que pudo preguntar Michel.
- Todavía no. Pero lo estaré, es algo que sé.- respondió Red.
Cada pregunta de Michel hacía florecer más dudas, en lugar de esclarecerlas. Mientras el intentaba procesar lo que ella le contaba, Red se levantó y estampó una de las botellas contra la pared.
- ¡Lo odio, lo odio! - grito furiosa- pero esta vez no será así.
Ante la completa perplejidad de Michel, Red se lanzó a sus labios y comenzó a besarle. Él no rechazó el beso, pero su cabeza no dejaba de hacer hipótesis.
- ¿ Me quieres, Michel? - preguntó ella.
Chantant no sabía qué responder. Todo era muy confuso. Ella continuó besándole y el la apartó.
- ¿Qué está pasando aquí? Ayer ni me mirabas y hoy, de pronto, te lanzas a mis brazos. No se si es otro de tus planes o si necesitas algo...- dijo él.
- Necesito que me quieras, aunque sólo sea esta noche.-respondió Red.
Michel la besó, pero volvió a apartarse...
- Y tú, ¿me quieres?. Mira, no se mucho de ti y cada vez que apareces, intentan matarme. No es una buena carta de presentación. No puedo negar que me encantas y que eres muy hermosa y delicada y...- continuó Michel.
Red se puso frente a él, le miró a los ojos y comenzó a desvestirse lentamente. Michel pudo observar varias cicatrices y golpes, pero la observó a través de su alma.
- Ésto es lo que soy en realidad. Cuando me quito la máscara, soy una mujer normal que sólo necesita amar y ser amada. Para cualquier persona es algo simple, sólo una opción más a escoger entre muchas otras. Para mi no, ya que no puedo hacerlo por más que quiera.
No fui criada en el amor y, sin embargo, es algo que reclamo.
No te pido que simplemente olvides todo lo que hago, sólo te pido que me creas cuando te digo que eres la persona más importante de mi mundo.
Michel se sintió conmovido por las palabras de Red y, sin dejarla continuar, se acercó a ella para besarla. La estrechó entre sus brazos y la llevo hasta la cama, donde se amaron durante toda la noche.